Amados, pero tambien Transformados!
Juan 3:3 – Respondió Jesús y le dijo; De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.
Juan 3:16 – Porque de tal manera AMÓ Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.
A lo largo de la historia, Juan 3:16 ha pasado a ser mucho más que un versículo o porción bíblica. Esta porción ha trascendido la historia y aún continúa hablando a la humanidad directamente desde el corazón de Dios, hacia el corazón del hombre. Su alcance ha sido tan magno que aun personas inconversas y/o ateas pueden fácilmente citar estas palabras. Es común escuchar que Juan 3:16 primariamente habla de Amor, sin embargo, abarca un mensaje mucho más profundo el cual no solo busca presentar el Amor de Dios, sino también el Efecto que ese Amor produce en el hombre. Pues toda acción que Dios dirige hacia el hombre siempre producirá un Efecto en el recipiente. Y ese Efecto, siempre será centrado en un Propósito.
Al escudriñar Juan 3:16, podemos notar la intención del Autor en dar conocer el Amor de Dios de una manera única e indescriptible. La frase “de tal manera”, es más bien un sinónimo de algo inexplicable, fuera de nuestra medida, fuera de nuestro conocimiento, así es el Amor de Dios, tal como Su Gloria, la cual es imposible medir y entender al cien por ciento, Su Amor es único, inigualable, y, sobre todo, trascendental. El Amor de Dios tiene la capacidad de hacer que el corazón del hombre sienta y escuche los latidos del corazón de Dios. Por eso aun sin poder verle, sabemos que Él es real, sus Palabras tienen vida, porque Él está vivo, y su Poder nos conecta a Él, ya que Él está disponible. Cada Palabra de Dios hacia el Hombre, es un Latido del Corazón de Dios el cual podemos escuchar. La Biblia es nuestro Estetoscopio, nos permite escuchar los latidos de Dios, pero también identificar cuánta vida hay en los nuestros.
El término original en el griego utilizado para describir el Amor de Dios es “agape” (agapao), este se utiliza para hablar de un Amor inmerecido, sufrido, el cual era ofrecido hacia alguien que podría aceptar o rechazar este Amor. Es un Amor brindado a alguien que no lo merece, a pesar de sus traiciones, y errores, el Amor “ágape” es aquel Amor que ve mucho más allá de las manchas del vestido, anhelando llegar al corazón de la Novia. Así es el Amor de Cristo, Él conocía cada mancha, cada pecado, pero aun así, embarcó una jornada en la tierra, atravesando cada barrera del mal, hacia llegar a una Cruz, la cual también representó el corazón del hombre. Dios descendió para entregar Su Vida en la Cruz, pero Él también descendió para poder Habitar en el corazón del hombre. Dios continúa observando el corazón del hombre con Su Amor “agape”, pero también llegará el día donde vendrá a observar el vestido de la Novia. Para corroborar si ese Amor inmerecido, produjo un Corazón agradecido. Tal como en Su conversación con Pedro, Dios no quiere ser querido (Fileo), Dios quiere ser Amado (Agapao).
Así como podemos ser bendecidos al escudriñar el concepto del Amor “agape” de nuestro Dios, no podemos pasar por alto el segundo énfasis de esta conversación. Es fácil enfocarnos en las profundidades de Juan 3:16 y olvidar el contexto. Al escudriñar esta porción en su ámbito contextual, podemos notar que estas palabras fueron dichas como parte de una conversación personal entre Jesús y un gran personaje, un maestro judio, llamado Nicodemo. Nicodemo, siendo de gran popularidad, vio algo en Jesús, que aun siendo Judio, de parte del grupo que causó molestia a Jesus, tuvo el deseo de conocerle y hablarle en Persona. No importa cuan famosos seamos social o políticamente, si Jesus aun no nos conoce, estamos viviendo en las profundidades del anonimato espiritual. Allí, en algún lugar muy lejano de nuestro Dios.
Este sentir en Nicodemo, lo llevó a cuestionar a Cristo en cuanto al concepto del nuevo nacimiento. Es interesante que Cristo no solo le hablo del concepto “agape”, sino que también enfatizó la necesidad de un nuevo nacimiento, una transformación, una metamorfosis. Como Nicodemo, siendo maestro, no conocía un concepto tan importante? Me parece que Nicodemo conocía un poco del Amor de Dios, pero no conocía casi nada de la transformación en Cristo. Es aquí donde Cristo no vacila para decirle, y parafraseamos; “Nicodemo, ya te he dicho que te Amo, mas que cualquier otra persona en este mundo, sin embargo, para que mi Amor abunde, necesito que vuelvas a nacer.” “Necesito que te despojes de tu YO, para que YO pueda nacer en ti.” O mejor aún, Nicodemo, el Corazón de Dios ya te ha Amado, pero ahora, las Manos del Creador, también quieren transformarte. Así como Nicodemo, tenemos una Generación que anhela ser Amada por el Salvador, pero no Transformada por el Alfarero.
En muchas ocasiones, hemos tergiversado el evangelio maximizando el Amor de Dios, y minimizando su Obra de Renovación. Predica un sermón basado en Amor y Gracia, y muchos te amaran, predica un Sermón que exige que seamos transformados, y serás odiado por muchos. El verdadero Amor de Dios, es aquel que Ama tanto, que entrando en las profundidades del recipiente, comienza a revelar toda impureza, para así ir brotando ramas de santidad. He aqui, un poco de lo que hallamos en las profundidades de Juan 3:16, Dios nos ama tanto, que es imposible que nos deje en la misma condición en la cual nos encontró. No podemos ser una generación que aprecia ser Amada, y refuta ser Transformada. Si aceptamos el Amor de Dios, tenemos que también aceptar un Nuevo Nacimiento. Esto va a requerir que entreguemos sueños, metas, pasatiempos, prioridades, todo aquello que no permite que el Amor “ágape” more en las profundidades de nuestro ser. Todo aquel que decida seguir a Cristo, nunca debe olvidar lo siguiente:
Los Brazos del Padre hablan de Amor, pero las Manos del Alfarero, pronuncian Transformación!
"Los Brazos del Padre hablan de Amor, pero las Manos del Alfarero, pronuncian Transformación"
Autor: Jorge C.
theoreihub@gmail.com
3.08.24