Intercesores!


Romanos 8:26 - Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.


En una ocasión, un caballero, durante una etapa muy difícil en su vida, decide visitar una congregación evangélica. Al culminar el servicio, muchos hermanos se acercaron a saludarle y conocerle, como parte de las conversaciones y reconociendo su dificultosa jornada, el comienza a pedir la oración a todos por el. A cada hermano que lo saludaba les decía: “por favor oren mucho por mi, necesito sus oraciones, mientras más se encuentren orando por mí, será mejor para mi vida.” Todos le responden positivamente, y expresaron compromiso a orar por él y seguir conociéndole. Sin embargo, cuando logró saludar al Pastor, él decide invitarle a su oficina. Luego de conversar un poco, el caballero le comenta, por favor Pastor, unase a su congregación la cual estará orando mucho por mi. El Pastor se detiene un minuto observando al caballero, era como si sus ojos tenían tanto para decir, pero optan por el silencio. Hasta que de momento el Pastor dice lo siguiente; la Iglesia estará orando por ti, pero la oración que realmente necesitas no es la de la Iglesia, no es la de tu Pastor, hay una persona que tiene que orar mucho por ti, y esa persona eres tú mismo. Luego culmina diciendo, “Existen dos Oraciones muy poderosas, aquella donde Dios Intercede por Nosotros, y aquella donde Nosotros mismos somos el Intercesor.” Para reflexionar… 


Es común escuchar entre hermanos de la Fe las numerosas ocasiones donde se expresa la necesidad de que alguien o varias personas oren por nosotros. Es como una reacción natural del Cristiano, cuando nos encontramos en pruebas o momentos dificultosos, no cesamos de pedir la oración por nosotros. Tras este pedido, sentimos hallar aliento, koinonia, fuerzas, sentimos un breve impulso el cual brinda luz en medio de tiempos de tinieblas. Esta acción es muy buena y necesaria, me recuerda la ocasión donde Pedro se encontraba encarcelado y la Iglesia, sus hermanos de la Fe, no cesaban de orar por Pedro y su libertad, siempre y cuando esta estuviera en la voluntad de Dios. Es interesante cómo en tal caso aun sin Pedro pedir la oración, ya ellos oraban por él, y esto es algo glorioso, ya que tras acciones como las tales, se vive el aspecto de amarnos y preocuparnos los unos por los otros, así como si nosotros fuéramos los encarcelados, tomando el lugar de Pedro. Es muy bueno e importante que un Cristiano pida ayuda y oración cuando lo necesite, sin embargo, es importante que así como el Cristiano puede pedir que otros oren e intercedan por él, él no se haga dependiente a las oraciones de otros, removiendo el interés y fervor de interceder por sí mismo. El pedir que otros intercedan por nosotros excesivamente puede causar dos efectos, que perdamos el interés de ser Intercesores, y que pretendamos que al otros orar por nosotros, ellos terminen tomando el lugar de nuestra aflicción, y nosotros el de su libertad. Hay mucho que la oración de nuestros hermanos puede provocar en nuestras vidas, pero también hay mucho que la oración de nuestros hermanos no puede provocar en nuestras vidas. Hay victorias, libertad, experiencias, entre tanto… que solo se alcanza tras nuestra propia intercesión. Quién mejor para orar por nosotros, que nosotros mismos, aquellos que cargan el corazón afligido, y viven el mensaje expresado tras cada lágrima derramada. 


Meditar en esta temática nos lleva a reflexionar en la importancia de no tan solo escuchar y conocer Intercesores, sino en convertirnos y ser un Intercesor. Aquel que ora por la Hermandad Cristiana, por el Mundo, el Afligido, etc… pero sobre todo, aquel que ora e intercede por sí mismo. Es muy bueno conocer Intercesores, pero es muy necesario ser un Intercesor. Nuestros hermanos pueden conocer acerca de nuestra situación, pero solo nosotros mismos conocemos las profundidades de la prueba que atravesamos, lo emocional, lo espiritual que batallamos, que tan detenido nos tiene, conocemos nuestras lágrimas, y también el dolor del corazón, ya que nuestras mejillas son recipientes de las tales, y nuestro cuerpo se estremece con tal dolor. He aquí las características perfectas para un Intercesor, aquel que aun atravesando los Síntomas de la Prueba, decide permanecer en el Fruto del Espíritu. El Intercesor no se ahoga en los Síntomas de la Prueba, sino que los Vence con el Fruto del Espíritu, con Paciencia, con Fe, y esperanza puesta en aquel Dios que escucha y responde a su Intercesión. No somos de los que Perecen, somos de los que Perseveran!


Es imposible escudriñar la Gloria de la Intercesión sin identificar sus dificultades. Es evidente que durante estos tiempos de Prueba y Tormenta nuestro Espíritu suele sentirse debilitado y nuestra devoción con Dios puede menguar. Inclusive, a veces nuestras rodillas se inclinan pero nuestros labios se silencian, perdiendo su habilidad de expresar lo sentido, perdiendo su grito de auxilio hacia el oído de nuestro Padre. Es aquí donde realmente se prueba nuestro fervor y dependencia en la Intersección, es aquí donde decidimos si dejamos que otros oren por nosotros, o si nosotros también seremos parte del ejército convocado. Qué tan difícil es orar a nuestro Padre, cuando las lágrimas no dejan de descender, y cuando todo parece estar perdido? Cuando nuestro corazón siente desgarrarse, haciéndonos pensar que el alma será lo próximo en romperse. 


Sin embargo, así como podemos identificar el Reto del Intercesor, también podemos encontrar una Gran Solución. La Biblia establece que así como oramos por nosotros, ya sea de manera correcta o incorrecta, ella confirma que Dios no sólo escucha nuestras oraciones, sino que Dios mismo Intercede por nosotros. Es Dios mismo habitando en nuestro Aposento, donde antes de responder a nuestra oración, Él mismo nos ayuda a elevarla. Si existe alguien que nos conoce aún mejor de lo que nosotros podamos conocernos, es Dios mismo quien todo lo Escudriña y todo lo sabe. Si nuestra oración es efectiva, cuanto más no será la de Dios, aquella que es tal como Su voluntad, es buena, agradable y también perfecta. Que glorioso es que Dios no solo Responde al Intercesor, sino que Dios también se Arrodilla junto al Intercesor, para Fortalecer y Enderezar Su Pedido. Y todo lo hace a través de Su Espíritu el cual es capaz de Orar Silenciosamente por nosotros, pero también Efectivamente para con nosotros. 


Todo Intercesor tiene a un Consolador que le Responde, pero también a un Mejor Amigo que lo Sostiene!


"Todo Intercesor tiene a un Consolador que le Responde, pero también a un Mejor Amigo que lo Sostiene"


Autor: Jorge Colón

theoreihub@gmail.com

11.05.2024